viernes, 22 de junio de 2012

La Historia de los Discriminados Parte I


               Esta es una primera instancia de mostrar una nueva cara de la historia, saliendo de los parámetros de la historia de la elite dominante y su moral, la cual deja de lado a los sujetos que no pertenecen a esa escala de valores sino que más bien son de los márgenes de la sociedad. El interés por la historia de los discriminados, comienza con Carl Marx en el siglo XIX, con los obreros de la Revolución Industrial, y en la década del 60 en pleno siglo XX, con los movimientos de contestación en contra de los valores de la sociedad contemporánea.

            El concepto discriminado, ha ido tratando, como la “protección de carácter extraordinario que se da a un grupo históricamente excluido, especialmente por razón de sexo, raza, lengua o religión, para lograr su plena integración social. Desde los eventos del 68, se denuncian y se han expuesto los tipos de exclusión, algunos menos provocativos como otros acompañados de gran injusticia, lo cual ha generando en la actualidad una actitud de conciencia social. La discriminación va de la mano con los valores socio-culturales y los valores socio-económicos. Esto implica las relaciones de producción y la ética jerárquica de valores sociales decantando en una noción de exclusión.

            Así, la discriminación histórica en el mundo antiguo se caracteriza con el concepto de “bárbaro”. Esta noción viene del mundo griego, para referirse tanto a todo aquel que no hable la lengua como al que no cultiva la cultura griega. También, en la polis griega los extranjeros no tenían voz en las decisiones políticas. Asimismo percibidos como inferiores en el conflicto. Recordar la arrogancia del espartano hacia los persas en las guerras médicas. Alejandro Magno trataría de integrarlos culturalmente al mundo griego. Para el caso romano, la barbarie era todo aquel que se marginaba de la cultura romana, y por lo tanto sufría discriminación. El asunto de los judíos, desplazados por sus costumbres y por el mito de ser personajes viciosos y contaminantes. Los primeros cristianos, sufrieron no solo la segregación sino también la persecución, por el cuento de ser caníbales, incestuosos y traidores al Estado Romano.

            En los primeros siglos del Medioevo, había un pensamiento religioso y teocéntrico. El discriminado era aquel que trabajaba con labores económicas o bien cumplían trabajos necesarios pero repudiables para la sociedad. El verdugo, el prestamista (generalmente judío), el mercader y el intelectual, ya que la base de su oficio es la sangre o el dinero. No así, el mendigo, el leproso o el loco, que en cierta manera eran amados por Cristo y entes para practicar las buenas obras y obtener la salvación. Ya del siglo XIII en adelante, con las cruzadas y los contactos con los mercados orientales, las ciudades comenzaron a crecer y poco a poco, la marginalidad se invierte. Se imponen el pensamiento burgués y económico. De este modo todo debe tener una utilidad, adquiere valor el trabajo y el orden social, así los pobres, los leprosos y los locos, son excluidos por no cumplir el perfil que comienza a surgir y dominar. Los mendigos son posibles criminales, los segundos dan inseguridad y los terceros son fuente de vergüenza, por lo tanto deben ser incluidos forzosamente o castigados, alejados o bien encerrados. Pero a la vez, la marginación social va de la mano con aquellos que no pensaban de manera similar a la Iglesia Católica, la cual dominaba los espacios culturales. La marginalidad es sufrida por musulmanes y judíos por sus creencias, ya que para el católico medieval eran infieles o traidores por rechazar a Cristo. El combatirlos era recompensado por la Iglesia a través de las indulgencias (perdón de los pecados certificado). Dentro del mundo cristiano, el intelectualismo propiciaría el pensamiento crítico, y eruditos fueron percibidos como herejes y condenados por favorecer ideas no acordes con el catolicismo. Esta mentalidad se proyectaría a la Reforma Religiosa, donde existió una discriminación mutua entre católicos y protestantes, reflejada en la Matanza de San Bartolomé en la Francia del siglo XVII, en ella 10.000 protestantes fueron víctimas de la intolerancia católica.