La obra de Ginzburg partiendo desde su prólogo, lleva las ideas de la historia de quienes no están en la historia, confeccionada desde un principio por los fundamentos de la “gesta de los reyes”, pero no de quienes estaban bajo estos grandes personajes, implicando en la historia de los anónimos y desconocidos. Entra de lleno en la problemática de las fuentes en la clases subalternas, que traten sobre el comportamiento y actitudes de éstas, dando a relucir el tipo testimonios usados en la expediente judiciales, listas de lecturas y formas de interpretación realizadas por Menocchio, lo que generaría un corpus fragmentario de esta “cultura popular”. El autor pone sobre el tapete, la diferentes concepciones con respecto a la “cultura de las clases subalternas” que han sido definidos como tradiciones del folklore. Pero el término cultura es un concepto prestado desde la antropología cultural, lo que envolvería teóricamente a una cultura primitiva. Esto no enseñaría el folklore como mera curiosidad aislada propia del vulgo, sino que pasaría a ser parte de una circularidad entre los subalterno y lo dominante. Esto llevaría a una reflexión de metodológica, donde Ginzburg dice claramente “… en comparación con los antropólogos y los investigadores de las tradiciones populares, el historiador parte en una notoria desventaja. Aun hoy día la cultura de las clases subalternas es una cultura oral…” Esto indicaría, que el historiador debe echar mano a las fuentes escritas que están ligadas a las culturas dominantes así como las arqueológicas, generando una doble vía indirecta a la cultura popular de época, conllevando a una serie de filtros y deformaciones.
Así, Ginzburg da comienzo a una serie de revisiones del estado del arte más destacado en torno a la investigación de la cultura popular, cintando en primer lugar a Mandrou, indicando una coordenada que no trata sobre la producción de cultura popular sino en la imposición de cultura desde los sectores dominantes hacia los subalternos. Mandrou se había basado en libros que se vendían en ferias o mercados en las poblaciones del siglo XVI y XVII, la llamada literatura colportage. Ginzburg critica a Mandrou, por el hecho de dar por sentado el triunfo de la imposición cultural a un sector social pasivo, analfabeto, sin vislumbrar la reconstrucción de una cultura que es inminentemente oral. El autor italiano contrasta esta visión con la esbozada por M. Batchin y su obra Rebelais. Para el autor ruso, esta confrontación de la cultura dominante y popular se expresa en el carnaval, especialmente en los países meridionales, donde se matizan lo dogmático y lo pedestre, revelando un choque pero también una circularidad entre subalternidad y hegemonía. Ginzburg destaca la descripción de los personajes populares. Para el autor italiano, el tema de las fuentes es primordial, ya que se destacan trabajos bien elaborados a pesar de la pobreza de los documentos, subrayando las obras de N. Z. Davis y E. P. Thomson. Ginzburg saca a relucir al M. Foucault, con su Historia de la locura, trabajando temas como las barreras y restricción que han dado forma a la sociedad occidental, investigando a quienes han sido excluidos. Se van entremezclando tipos de fuentes como son los de tipo de judicial y psiquiátrico, resultando en la intersección del lenguaje de la exclusión. Así, el caso paradigmático caso de esta obra Foucaultiana, como el de “Pierre Riviere”, el cual es enajenado y no se puede realizar una interpretación coherente con respecto a las fuentes, sino más bien una descripción del asesino que vaga por los bosques, cayendo en un populismo que no resiste análisis.
El inconveniente de la documentación, en el caso de la cultura popular es casi siempre indirecto, para problemáticas que pueden salir a la luz y ser tratadas en una posterior investigación. Asimismo, Ginzburg lo vivencia con su obra Benandanti , cuyo objetivo era la representación de la brujería en los propios protagonistas, en este caso la bruja y el brujo, encontrándose que la barrera documental era infranqueable. De esta manera, sale a al luz el personaje principal de la obra estudiada, Menocchio, el cual es clave para comprender las creencias populares campesinas, que se van mezclados con un radicalismo religioso, utópico y de renovación social.
Igualmente, entramos a una crítica a la forma de hacer la historia de los sectores subalternos, que es la Historia Seriada, que deja de lado lo cuantitativo y pone por encima lo cuantitativo, usando las técnicas de la demografía y de la sociología, trabajando solo el “el número y el anonimato”, decantando en el silencio de las clases inferiores. El autor italiano, destaca el uso del lenguaje, ya que ofrece una gama de posibilidades, rastreándose así una serie de elementos que pueden ser comenzados desde los archivos judiciales con literatura contemporánea, generando y vislumbrado una cultura rural dentro de un contexto histórico, gracias a un corpus que de por sí es fragmentario y que pertenece al mundo de la dominación. Por ello, hay una relevancia entre una forma de problematizar, investigar e interpretar a través de lo cualitativo ante lo cuantitativo en la temáticas subalternas.
El caso de Menocchio, indica u cosmos de posibilidades, como una tradición oral antigua, temas humanísticos como la tolerancia o la moral, que se extraen en su dialogo con los inquisidores, implicando una influencia externa pero que también existe una raíz tradicional campesina. En otras palabras, introducción a la racionalidad del personajes o su visión del mundo. En este sentido, Ginzburg ingresará a una fuerte crítica a la historia de las mentalidades, que busca lo común entre el gran personaje y el último de sus subordinados, una especie de colectivización del pensamiento. Lucien Febvre “caerá en una trampa”, buscando las coordenadas que guían una mentalidad o psicología colectiva, lo que envolvería dejar a la masa subalterna, sin una identificación propia, por ello Ginzburg en vez de usar el termino psicología colectiva prefiere el de cultura popular.
Así dentro de los hechos exclusivos donde es protagonista este molinero se toma en cuenta, el contexto de época en el cual se desarrollan, donde existen dos directrices, la primera la invención de la imprenta, para una triangulación de la historia oral con lo escrito, y la Reforma que impregnara al pueblo en una motivación de expresión de sus ideas, como es el caso de los anabaptistas, de esta manera Menocchio seria el eslabón perdido de una cultura popular que hoy no existe pero que puede ser reconstruida.