Esta es una primera instancia de mostrar una nueva cara de la historia, saliendo de los parámetros de la historia de la elite dominante y su moral, la cual deja de lado a los sujetos que no pertenecen a esa escala de valores sino que más bien son de los márgenes de la sociedad. El interés por la historia de los discriminados, comienza con Carl Marx en el siglo XIX, con los obreros de la Revolución Industrial, y en la década del 60 en pleno siglo XX, con los movimientos de contestación en contra de los valores de la sociedad contemporánea.
El concepto discriminado, ha ido
tratando, como la “protección de carácter extraordinario que se da a un grupo
históricamente excluido, especialmente por razón de sexo, raza, lengua o
religión, para lograr su plena integración social. Desde los eventos del 68, se
denuncian y se han expuesto los tipos de exclusión, algunos menos provocativos
como otros acompañados de gran injusticia, lo cual ha generando en la
actualidad una actitud de conciencia social. La discriminación va de la mano
con los valores socio-culturales y los valores socio-económicos. Esto implica las
relaciones de producción y la ética jerárquica de valores sociales decantando en
una noción de exclusión.
Así, la discriminación histórica en el
mundo antiguo se caracteriza con el concepto de “bárbaro”. Esta noción viene
del mundo griego, para referirse tanto a todo aquel que no hable la lengua como
al que no cultiva la cultura griega. También, en la polis griega los
extranjeros no tenían voz en las decisiones políticas. Asimismo percibidos como
inferiores en el conflicto. Recordar la arrogancia del espartano hacia los
persas en las guerras médicas. Alejandro Magno trataría de integrarlos
culturalmente al mundo griego. Para el caso romano, la barbarie era todo
aquel que se marginaba de la cultura romana, y por lo tanto sufría discriminación.
El asunto de los judíos, desplazados por sus costumbres y por el mito de ser
personajes viciosos y contaminantes. Los primeros cristianos, sufrieron no solo
la segregación sino también la persecución, por el cuento de ser caníbales,
incestuosos y traidores al Estado Romano.
En los primeros siglos del Medioevo,
había un pensamiento religioso y teocéntrico. El discriminado era aquel que
trabajaba con labores económicas o bien cumplían trabajos necesarios pero
repudiables para la sociedad. El verdugo, el prestamista (generalmente judío),
el mercader y el intelectual, ya que la base de su oficio es la sangre o el
dinero. No así, el mendigo, el leproso o el loco, que en cierta manera eran
amados por Cristo y entes para practicar las buenas obras y obtener la
salvación. Ya del siglo XIII en adelante, con las cruzadas y los contactos con
los mercados orientales, las ciudades comenzaron a crecer y poco a poco, la
marginalidad se invierte. Se imponen el pensamiento burgués y económico. De
este modo todo debe tener una utilidad, adquiere valor el trabajo y el orden
social, así los pobres, los leprosos y los locos, son excluidos por no cumplir
el perfil que comienza a surgir y dominar. Los mendigos son posibles
criminales, los segundos dan inseguridad y los terceros son fuente de
vergüenza, por lo tanto deben ser incluidos forzosamente o castigados, alejados
o bien encerrados. Pero a la vez, la marginación social va de la mano con
aquellos que no pensaban de manera similar a la Iglesia Católica, la cual
dominaba los espacios culturales. La marginalidad es sufrida por musulmanes y judíos
por sus creencias, ya que para el católico medieval eran infieles o traidores
por rechazar a Cristo. El combatirlos era recompensado por la Iglesia a través
de las indulgencias (perdón de los pecados certificado). Dentro del mundo
cristiano, el intelectualismo propiciaría el pensamiento crítico, y eruditos fueron
percibidos como herejes y condenados por favorecer ideas no acordes con el
catolicismo. Esta mentalidad se proyectaría a la Reforma Religiosa, donde
existió una discriminación mutua entre católicos y protestantes, reflejada en la
Matanza de San Bartolomé en la Francia del siglo XVII, en ella 10.000
protestantes fueron víctimas de la intolerancia católica.