sábado, 1 de enero de 2011

¿Una historia centrada en el individuo o en la estructura? I



Lo objetivo y lo subjetivo, la cosificación y la humanización, lo racional y lo irracional, el sujeto individual y el sujeto colectivo, fusionado en un contexto, en un tejido. El hombre está  inmerso en un ambiente que lo condiciona o bien el sujeto cambia su entorno, a base de decisiones racionalizadas, motivadas o bien por hechos impulsados desde el subconsciente sin premeditación alguna. Esto es una discusión de larga data, en la cual la famosa cientificidad de la historia y el acercamiento a la veracidad, se entremezclan en un caldo de cultivo que ha llevado su tiempo desde los tiempos en el cual Ranke postula su visión, de escribir la historia tal cual es.
            Recordemos que Ranke, basó su historia en lo político-militar, pero el hombre no es solo eso, sino que es un todo, que incluye pensamientos, formas de ver el mundo, herencias de sus antepasados y se relaciona con los otros en forma dialéctica o asociativa, esto implica en la formas de construir historia, nuevos métodos y nuevas teorías, que van más allá de un proceso estructuralizante de lo político, económico o social, sino más bien, la metodología  histórica busca lo interdisciplinario, las nuevas visiones teóricas, evitando los determinismos que visualizan un fenómeno histórico de una manera limitada y cosificada.
            El campo del trabajo histórico se ha ampliado, producto de la necesidad de buscar nuevos enfoques interpretativos, que introducen nuevas epistemologías y metodologías. Esta constante renovación viene ya de la escuela de los Annales con Marc Bloch y Lucien Febre, cuyo objetivo más que el reunir las fuentes históricas y entregar un relato frío, era la revolucionar historiografía, un modo hacer historia vitalista y psicologista, con el objeto de indagar conciencias de los seres humanos, pues solo en ellas “constituye la realidad misma”.[1]
            De esta base, se intentará analizar, relacionar y en ciertos momentos discutir tres textos[2], que dan vuelta la ideas de la historia social y cultural, los cuales demuestran los cambios y nuevas perspectivas historiográficas con respecto a esta nuevas fórmulas de hacer historia, una historia centrada en el individuo y no en la estructura que determina y cosifica al sujeto, sino mas bien, se le humaniza y se le comprende como parte de un proceso de construcción histórica.

            El trabajo histórico  en cuanto a la recreación de los acontecimientos se ha basado en paradigmas que han intentado entregar un carácter de rigurosidad teórica, una de estas formas de es el marxismo, que pone sobre el tapete un estructura sobre el cual estudiar, el llamado materialismo histórico fundamentado en la relación de producción y trabajo, en ello Ángeles Barrio Alonso presenta en su texto a Tuñon de Lara, historiador español que sustenta su obra “El movimiento obrero en la historia contemporánea de España” en el paradigma marxista clásico, donde el sujeto individual –el obrero-  tiene conciencia de clase inmerso en un sujeto colectivo, exteriorizando su manifestación política de lucha a la explotación junto con las organizaciones del movimiento obrero, no obstante, este lente ahoga al individuo como ser social, que piensa y vive los momentos como un ente autónomo, que no necesita pensar como un tipo al cual se programa desde una visón política determinante.
El marxismo clásico puede explicar fenómenos políticos y económicos con mucha coherencia, pero queda corto en los aspectos sociales microhistóricos y particulares, ya que permanecen intersticios que no es capaz de abordar.
            Aun así, el marxismo sitúa las bases para nuevas formas. En los 60’ en plena Guerra Fría inspirará los movimientos contestatarios de resistencia, que dan voz a las minorías y que los historiadores buscarán sus ecos en el pasado[1], por ello nacerán nuevas interpretaciones, teorías y metodologías de construcción histórica, el problema comenzaba de hacer una historia social con sustentos materialistas pero que no sean reduccionistas y los movimientos sociales de base no tenían origen a través de los procesos de industrialización sino más bien sus umbrales de conciencia estaban ubicados con mayor anterioridad.
            En ese eco aparece la figura de E.P. Thomson, historiador inglés, el cual diversifica y cuestiona este reduccionismo económico de relación de trabajo y producción por un prisma basado en la experiencia, un nuevo paradigma que hace eco esta segunda ruptura de la historiografía española, peor que también afectaría a formas de hacer la historia. Los elementos culturales serán claves al momento  de  especificar en que momentos y contextos –no solo los obreros- sino los sectores subalternos tienen conciencia y realizan politicas para mejorar su calidad de vida, lo que llama él la “economía moral de la multitud”.
            Este paradigma aumenta las categorías de los sujetos históricos, nos es solo el proletariado industrial, sino más bien están los criminales, las mujeres, los esclavos, los niños y artesanos, “la gente ordinaria”. De esta forma, los protagonistas históricos van en ascenso, también las fuentes, que van de series fiscales, censos, cartillas de ahorros, archivos notariales, canciones, etc, ampliando aun más la cantera histórica. Para el historiador inglés están presentes otros factores, como las tradiciones ideológicas, las visiones de sociedad y los lenguajes, recomendando que el trabajo de fuentes debe ser sin prejuicios ni modelos preconcebidos.


[1] Jean-Claude Schimitt. La historia de los marginados. Jackes Le Goff. Diccionario Historico. p.402

[1] Elena Hernández Sandoica, Tendencias Historiográficas Actuales. Escribir Historia Hoy, Akal, Madrid, 2004.  p.314-315.
[2] Los textos a comentar son Clase obrera y movimiento obrero: ¿dos compañeros inseparables? de Ángeles Barrio Alonso.  Historia social e historia cultural (Sobre algunas publicaciones recientes) de
Manuel Pérez Ledesma y La biografía, entre el valor ejemplar y la experiencia vivida Elena Hernández Sandoica

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