lunes, 14 de febrero de 2011

Los Herederos de Mariana Osorio I






              “Los Herederos de Mariana Osorio” del historiador chileno Fernando Venegas, es una obra historiográfica que relata y analiza el desarrollo y el conflicto de los campesinos del curso medio inferior del Aconcagua entre el siglo XVII – XXI, en especial de la comunidad de Olmué. En ella, se explica las transformaciones de una comunidad campesina, la cual comenzó desde los tiempos de la encomienda y que con el paso de los años, los descendientes ya mestizados, comienzan una forma de organización colectiva, que tiene interesantes aspectos.  En su obra, va tomando esta transformación de la mentalidad rural con respecto a los cambios que va percibiendo la nación, como la cotidianeidad, política, economía y explotación de los recursos naturales, la colectivización y uso de los territorios de su espacio, Olmué.
            Estas comunidades, son estudiadas como una prolongación de las comunidades campesinas españolas de León y Castilla, que resistieron el avance del feudalismo y que lograron sobrevivir –con cambios y transformaciones-. De la misma forma, las comunidades del Aconcagua, se opusieron a los avances del Chile republicano, manteniendo derechos que vienen desde los tiempos de la Colonia, enfrentándose en parte al Estado Chileno -a la Municipalidad y su ley de regulación ejidos- como a la elite latifundista – por ejemplo la hacienda de Limache- en cuanto a al propiedad y explotación de terrenos y recursos  naturales.
            El capítulo analizado, corresponde a la tercera parte, cuyo titulo es “Estado Nacional y Sociedad Local en el Siglo XIX”. En ella se explica, como esta comunidad rural, lleva a cabo luchas y éxitos, en la naciente Republica de Chile, en la cual la trama local no se desliga del desarrollo de la política nacional, así este estudio micro se desenvuelve sin problemas con la historia macro. De toda maneras, como lo explica Giovani Levi, “un principio unificador de toda investigación macrohistórica es la creencia de que la observación microscópica revelará factores anteriormente no observados”[1]. Para Venegas, la visión de la historiografía tradicional del Chile rural, conformada por grandes hacendados, inquilinos y peones, no es del todo acabado, ya que deja de lado a los comuneros, que no son ni patrones, ni campesinos que tengan un vinculo de “fidelidad” o personajes errantes del mundo rural, sino que son colectivos sociales organizados que enfrentaron problemas, lograron avances y con el tiempo participaron de forma conjunta en el desarrollo de la localidad, tanto en la política informal en un principio, como en la formal. El desarrollo urbano, la educación, y la planificación económica demuestra, que no solo las élites  pueden darse el título de mecenas del crecimiento país del XIX, menos los dueños de todo el territorio nacional. En Olmué no fue así. 
            Los famosos intersticios y vacíos históricos del mundo rural chileno, son rellenados en parte con el estudio macrohistórico. El caso de Olmué, puede ser un ejemplo entre muchos, pero que representan en cierto sentido, las caras ocultas de nuestro pasado, que deben ser tomados en cuenta, tanto para develar y contradecir procesos no presentes en la historia oficial por un lado, y para generar identidad local y rescatar la memoria viva.

                                                              
El profesor Venegas propone varias hipótesis o supuestos de trabajo, que son las siguientes:

Las comunidades que se conformaron en el espacio geohistórico del curso medio-inferior del Aconcagua, entre las cuales se encontró la comunidad de Olmué, en primer lugar, correspondieron a una continuidad histórica de las que se desarrollaron en España durante el Medioevo. Que igualmente recogieron elementos culturales aportados por los grupos indígenas que lograron conservarse en el área o que fueron trasladados hasta ella, conformando comunidades de carácter mestizo no sólo desde el punto de vista de su cultura sino también de sus sujetos.

A pesar del avance y desborde de la ciudad, y de un Estado más preocupado de que se esfumasen que en comprender su significado y potenciarlo, también han logrado sobrevivir aun a las puertas del siglo XXI. En consecuencia, las comunidades mestizas son hoy una reserva de antiguas tradiciones campesinas, algunas de las cuales el mismo Estado tomó como símbolos para inventar la nación chilena.



[1] Peter Burke, Formas de hacer historia, Alianza Editorial,  Madrid 1996. p.124.

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