miércoles, 2 de febrero de 2011

¿Una historia centrada en el individuo o en la estructura? II



            Por lo tanto, el aporte thomsiano permite una apertura del método que rescata la conciencia a través de la experiencia vivida basándose en manifestaciones culturales para la formación de clases, se concluye por lo tanto que no hay un modelo predeterminado, ni tampoco un estructura como la marxista para la creación de una conciencia de clase y de movimiento político subalterno, más bien la clase se crea en la experiencia.
            El aumento de sujetos históricos y la recreación de la experiencia, conducen a otros rangos históricos, ya que el tratamiento de la fuentes comienza a matizarse con otras tetrodos de otras ciencias sociales, la base marxista-gramciana comienza a dejarse de lado, en otras palabras, el concepto de dominación y de lucha práctica experimental se desplaza por una historia que desea recrear lo cotidiano, ya no tanto lo político sino lo social que produce curiosidad, entrando derechamente a lo que comenta Manuel Perez Ledesma, donde ocurre una transformación el historia social a una historia cultural, en la cual los contextos son trascendentales y se utilizan prácticas  de la antropología para realizar la labor histórica través de la decodificación de símbolos y del lenguaje.
            Este proceso de cambio, a sido analogado de forma brillante por Pérez, mediante los pasajes bíblicos del Paraíso, en la cual alegóricamente este campo de virtud es la historia social combatiente en el cual el historiador adánico disfruta y come los frutos del Árbol de Vida del marxismo, pero en un momento dado come del Árbol vedado, lleno de semióticas y simbolismos, abandona el paraíso de la estructura y gana el pan con el sudor de su frente, vendiendo su trabajo en temas atrayentes y comerciables que son comprados por editoriales y fondos públicos, así la historia social pasa a ser historia cultural de calidad estética. Pero no todo está perdido, ya que la esperanza de redención esta cerca, aparece Marc Bloch como el profeta bíblico, que sentencia la no menos profética frase “si llegara el día en que la historia volviera a ser crónica y narración amena (…) surgirá otra ciencia social sobre el pasado porque su agenda apenas si ha comenzado a desarrollarse y cada día se enriquece con nuevas preguntas”.
            Si retrocedemos al texto anterior, Thomson nombra como factor de estudio de estas clases subalternas el lenguaje, tema profundizado por Manuel Pérez, que indica ciertas directrices teóricas para comprender la forma del estudio de símbolos y significados, que a través de la lengua, los sujetos entran en directo contacto con los hechos históricos y por otro lado el lenguaje construye la imagen del mundo de los mismos, entrando en el concepto de identidad. Pero hay que diferenciar en una primera instancia, el uso mediador del lenguaje que es lo real y el uso discursivo que es “el autentico causal de los hechos históricos y de las acciones humanas”. En un segundo punto, el lenguaje, no te constata una realidad sino que la constituye y representa, por lo tanto a base de  este desciframiento e interpretación discursiva es posible demostrar un acercamiento mucho más verídico del fenómeno histórico. En un tercer aspecto, la realidad basada en el lenguaje, debe ser interpretada en diferentes categorías, para ello se debe crear una taxonomía de las personas, diferenciándolas por en diversos patrones para reflejar el discurso identitario.
             El trabajo con el lenguaje, presenta sus problemáticas, que tanto y en que grado se allega este elemento a la realidad y por  la identidad del individuo, y como hacerlo sin alejarse del sujeto histórico, la respuesta esta en el imaginario, la construcción ideológica de la realidad a través de pensamiento representado en el lenguaje, como lo indica Pérez, el imaginario es el eslabón entre la subjetividad y lo real,  y por ello nace la explicación de los movimientos que se basan en el imaginario ente ellos el movimiento obrero.
            Pero el abuso del uso del lenguaje y de los discursos deben ser encadenados con las practicas habituales de los sujetos y no considerar este aspecto como punto de pivote de los cambios históricos, ya que los símbolos reemplazan al sujeto, mas bien las palabras son creación de los sujetos, por ende hay un asunto de pensamiento, que no se representa solo en el imaginario y en la ideología, sino también en la motivación de las acciones. Se retrotrae al profeta-mártir M. Bloch que expresa que hay que “hacer historia vitalista y psicologista, con el objeto de indagar conciencias de los seres humanos”, esto combinado con Thomson y sus sentencia frente al reduccionismo económico “los hombres y mujeres viven su relaciones de producción y según su experiencia de sus situaciones determinadas, dentro del conjunto de sus relaciones, con la cultura y las esperanzas, que le han transmitido, y según como estos ponen en práctica esas experiencias a nivel cultural”[1].
            Una historia vitalista, psicologista, en base a las relaciones humanas y a la experiencia, fórmula blochista-thomsiana. La construcción y explicación de los acontecimientos puede ser aún más reducida, al nivel del individuo en particular, como ente interconectado y formado en su contexto pero que puede ser analizado internamente, como una especie de FODA interpretativa de la historia, basado en la biografía.
            Tema que se tratará de analizar y discutir con los textos anteriores, fundándose en el articulo Elena Hernández Sandoica, adonde en un primer instante revela la biografía como un genero edificante y moralizador, ideal en el uso de la educación y de la formación de valores, por la tanto el sujeto histórico es un modelo y un instrumento ético, igualmente ciertos  tipos de público consumirá o bien enseñaran la vida de un personajes que cumple con los requisitos de ejemplo para el porvenir de la gente, como héroes de guerras pasadas, políticos de trayectoria, historiadores para futuros historiadores, físicos, etc. La biografía enseña un camino a seguir.
            Pero no solo lo individual es un recurso para el trabajo histórico, sino también los colectivo o identitario, lo que implica el estudio de ciertos personajes históricos, para explicar la experiencia, evocando a E.P. Thomson, la biografía puede ser y es una herramienta fundamental para captar la forma de vivir, visión de mundo del sujeto histórico e insertarlo en el contexto histórico, rellenado uno de los miles de intersticios de la trama histórica. Dentro de este género se puede constatar la formación del individuo en su ambiente, que lo transforma y desarrolla, desde un punto de vista externo, y sacar a luz los elementos culturales del individuo como de su espacio de sociabilidad.
            La Experiencia y las  tradiciones culturales que han sido traspasados de generación en generación, pueden vislumbrar en parte, la motivación de sus acciones  y de sus decisiones, logrando percibir o contradecir, la macrohistoria estructural del materialismo histórico o de la famosa historia total. Al contar con discursos y parte del lenguaje usado por el sujeto individual, se extrae la forma de pensar cotidiano y  así su filosofía de vida y por ende su mentalidad política y social, y de ello analizar su relación con las elites y el Estado, extrapolarlo a su relación y conciencia de colectivo social y  clase social. Aun más, el uso de la Psicologia como ciencia que puede iluminar los procesos históricos, debido a las actitudes y formas de pensar de los individuos, y no ser solo relegada a los grandes personajes, sino aquellos tipos que participaron de movimientos colectivos de cambio político, como el famoso movimiento obrero español, tan discutido en los dos textos anteriores. La famosa psicohistoria freudiana, debe ser mirada, eso si, con cuidado y precaución, como lo indica Hernández, una de las dos (psicología e historia) se devoraran entre sí, pero la psicología es una herramienta auxiliar de gran utilidad en al interpretación de las motivaciones y decisiones de los sujetos, pero no es la última palabra.
            Se refiere a motivaciones, no al estilo idealista de Collingood en su Ideas de la historia, en la cual historiador debe tener empatía con el personaje y tratar de discernir esas estimulaciones y razonamientos mentales ducho en el lenguaje de Polibio, “para cruzar el río”, sino más bien las herramientas de la psicología como modo de explicación de los hechos y no usar la historia como la panacea de explicar la psicología.
            En el fondo hay dos elementos que se pueden extraer de las lecturas para la utilidad del historiador –lo cual no es nada novedoso en el campo de la investigación histórica- no obstante para el autor de estas líneas es un aporte a su formación personal y profesional. La historia basada en al experiencia de vida y su aplicación en la interpretación de los sucesos históricos. Esta se relaciona con la famosa filosofía de la Praxis de Gramsci, el cual nos indica que los cambios históricos son llevados a cabo por los sujetos através del ensayo y del error generando cambios, esto se vislumbra no solo en los hechos concretos que hace el hombre, sino mas bien en la esencia del ser mismo, que se expresa en su lenguaje, en su psicología, en sus tradiciones y relaciones humanas, -muy cercano a la propuesta de E.P. Thomson-, lo que implica una renovación del marxismo ortodoxo, que carece de vitalismo y de la acción de los individuos, por lo tanto como lo indica Gramsci es solo pasividad y metafísica. La segunda ruptura, llama a lo concreto y lo real, para entregar un esclarecimiento histórico mucho más veraz, por ello es la búsqueda de nuevos paradigmas y nuevos razonamientos. El historiador inglés entregó las pautas, y estas se ampliaron, creándose una construcción histórica que rodea al sujeto, ampliándose al lenguaje, al imaginario, la biografía y la psicología. El extremo de estas nuevas herramientas, ya no sería historia, sería lingüística y psicología, por ello hay que guardar el equilibrio, que es el llamado de los tres textos citados.


[1] Ángeles Barrio Alonso, Clase obrera y movimiento obrero: ¿dos compañeros inseparables? Cuadernos de historia contemporánea 2008. Vol. 30. pp.96-97  

No hay comentarios:

Publicar un comentario